Naufragio

Un mar agitado llevaba a la deriva a la tripulación en la pequeña embarcación. El gris de las aguas turbulentas reflejaban un cielo colérico. Las olas casi salvajes bamboleaban sin rumbo a la pequeña nave y con ello quedaban a expensas del capricho natural las vidas de cuatro seres enmudecidos por el miedo. Actuaban casi por reflejo, uno de ellos aferrándose al timón, los otros direccionando las velas, el viento haciendo imposible cualquier maniobra.

La desesperación estaba a punto de apoderarse de los más jóvenes, no así del más viejo y por ello el más experto quien habiendo vivido situaciones comprometedoras en otros tiempos se aferraba a su experiencia y al mejor de sus pensamientos positivos, sin perder piso para poder dirigir las acciones de los demás. No obstante los esfuerzos fueron inútiles y la embarcación naufragó.

Tuvieron tiempo a penas para asegurar cada quien su chaleco salvavidas y prendarse de algún tablón de la nave destruida. Fue imposible se mantuvieran cerca el uno del otro, ni siquiera sabían si los demás habían sobrevivido a aquel estallido de agua que inundó la diminuta nave.
El agua helada del mar calaba cada hueso de aquella humanidad, sus cuerpos entumecidos hacían imposible siquiera intentar nadar, el sonido estridente e iracundo de aquellas aguas en conjunción con el viento impidieron escuchar los gritos de auxilio de los más desesperados ó de alerta ó de esperanza. Cada quien tuvo que sortear su suerte y poner a prueba su propio sentido de existencia.

Se salvaron aquellos que creyeron que fuera de esas aguas existían motivos para volver, más no para aquel que el mar era su vida, el se preocupó por procurar a los más joviales aquellos que apenas empezaban a vivir.
Con los primeros rayos del sol, el mar estaba apacible, el sol radiante y tres jóvenes casi inconscientes tendidos de una tabla, fueron los pescadores quienes les rescataron uno a uno. El cuerpo del viejo tragado por el mar.

El primero en ser rescatado dijo haber escuchado al viejo decir la vida es de esfuerzo, no desistas. Al segundo le dijo mantén la calma, no desesperes, domina tus miedos y al tercero le dijo cuando salgas de esta debes buscar la razón por la cual te salvaste. Ninguno de ellos fue capaz en el caos de decirle nada al más experimentado quien hasta el último momento pensó en los demás hasta el olvido de sí mismo.

Lo curioso es que el viejo nunca dijo nada, talvez se aferraron a sus enseñanzas ó a sus propios motivos.

Este relato se me ocurrió una vez que ví la más recientes de las pinturas de Bruno, mi esposo. Son de esas imágenes que a primera vista impactan y atrapan. La foto es de muy mala calidad, pero de cerca es realmente bella.