Los libros se encuentran apilados por varios lugares de la casa: la mesa, el escritorio, el buró, una silla, el morral, el portafolio, el CPU… algunos están abiertos, otros con separadores improvisados, con algún subrayado ó una nota… a la espera de ser leídos. Algunos se muestran pacientes otros francamente desesperados. No los he movido, supongo están ubicados de acuerdo a un plan ó cierto orden, aunque no recuerdo cuál.
Me pregunto cómo habrá llegado uno a uno a cierto lugar, es un hecho que yo les destiné un sitio.
Los libros del improvisado escritorio (realmente es un pequeño mueble para TV y video casetera) donde trabajo con mi PC portátil, son los que recién llevé a casa; los que están en la mesa pequeña del estudio llegaron hace como una semana; los que coloqué en el librero encima de los que tienen un espacio permanente han ido y venido transportados en mi bolsa. Los que están sobre librero de mi recámara son libros en espera, es decir, tienen mucho ahí, fuera de su sitio habitual. ¡Vaya!, y qué decir de los que están en el segundo librero del estudio y los que están en el escritorio junto a la computadora.
Este panorama me recuerda “El libro Salvaje” de Juan Villoro ó “la experiencia de la lectura” de Jorge Larrosa.
Es curioso, cuando comienzo abrir algún libro, voy recordando poco a poco los momentos en que les dispuse cierto lugar, por ejemplo: el de análisis del medio rural que compré en la más reciente feria de Chapingo (hace como medio año) lo comencé a leer, y lo dejé ahí porque al mismo tiempo comencé a leer l “El viejo y el mar” y luego uno de Julio Verne que obsequié a Nadia. En ese mismo sitio hay otros que ya leí y debo entregar, sin embargo hay dos ó tres más que no he terminado y por ello no les he regresado a quien me los prestó, es increíble tienen más de un año con migo… y no es que sea morosa, pero hay mucho que leer, además de que el libro policiaco no lo estaba disfrutando tanto. El de Ética para Amador lo he leído varias veces, pero ahí está, porque lo usé en febrero al iniciar el semestre con mis alumnos y nuevamente lo releí; el de Lacan son palabras mayores, así que estará fuera mucho tiempo, iré a el y lo dejaré y me llevará a algún otro librero por el diccionario de psicoanálisis y seguirá en espera de que esté más apta. “Mujer lucha por tu ser” lo saqué de su sitio habitual cuando fui a visitar a mi hija a Zihuatanejo, se lo presté y en noviembre pasado me lo devolvió y aún no lo he devuelto a su sitio original.
En el escritorio, están varios engargolados de tutorías, cuadernos abiertos con notas, hay otro de estrategias de lectura y uno de lectura para adolescentes, así como uno de Mónica Lavín, todos ellos recién les traje a casa del trabajo. En el buró hay uno de álgebra; en la bolsa los que utilicé el semestre que recién terminó.
Hace algún tiempo compré uno de Gabriel Said muy divertido pero no lo he terminado, recién compré dos libros en el tianguis uno de abuso verbal y otro de budismo, casi los termino pero debí dejarlos por otros a los que di inicio ó continuidad, como por ejemplo: los libros que obsequié a Nadia hace algunos meses ¡los leí y disfruté todos en dos días! Son de esos que no puedes dejar.
Me he propuesto estas vacaciones darles un lugar en los libreros, sin embargo será una tarea difícil, pues muchos deben continuar ahí para irlos leyendo ó releyendo poco a poco, otros les guardaré porque tal vez aún no es su momento y otros seguirán en el mismo sirtio, cerca de mí pues debo estudiar y los requeriré constantemente. En todo este aparente caos, estoy pensando qué libro sacar de su lugar para tenerlo próximo y leerlo en mis ratos de esparcimiento.
…continuará