jueves, 23 de abril de 2009

¿Por fin!

Después de tanto planearlo y buscar el momento, por fín llegó el día, ¡tengo la tarde libre, tan solo para mí! No fue dificil elegir lo que haría con las horas destinadas. Rumbo al lugar elegido, en un trayecto de más de una hora, me fuí con mis pensamientos, con reflexiones que constamente invaden mi mente.
Abordé el Metro y observaba a la gente, con sus prisas de siempre, con paquetes diversos, con el cansancio reflejado en el rostro, en el andar, con preocupaciones, y me decía que bueno era no vivir en el Distrito Federal y su ajetreo diario, sin embargo el lugar que elegí para pasar unas pocas horas, justo en el sur de la ciudad, y en está ocasión bien valía la pena atravesarla desde el norte.
Miraba a los mas jóvenes con sus libros bajo el brazo ó asomándose por la mochila ó en las manos de los afortunados que iban sentados con el apuro de terminar la lectura para la clase seguramente en las aulas de la Universidad, por supuesto que otros iban de pie, con una mano en el tubo para sostenerse y con el otro sosteniendo un libro, en la lectura, en el diálogo con el autor, aprovechando el trayecto.
Otros curiosos como yo, observándoles, en mi caso remembré mis años de estudiante, de apuro, pero de gran placer, de orgullo, de ser de las afortunadas que tenían la oportunidad de cursar estudios universitarios, y en ese momento me alegré inmensamente por ellos (as) , más no por los otros (as), los que también iban ahí con la mochila de herramienta, con el periódico que oferta empleo, con el que salió de la obra, los (as) que venden productos de diferente índole en la travesía subterránea.
Hasta este momento lo advierto, la gran mayoría de personas que se dedican a esta actividad de comercio ambulante en el Metro, justo son jóvenes, pudiera extenderme en la reflexión pero concluyo esta idea en el contraste presente en las desigualdades sociales, en el latente "sin opotunidades".
LLegué a la estación Miguel Angel de Quevedo, y salí del vagón, para dirigirme por las enormes escaleras, preferí las eléctricas, llegando a la cima, de inmediato el asomo de un sol, que tornaba calurosa una tarde pasada de las cuatro, ruido del comercio ambulante, de la base de una ruta de transporte público, de gente esperando abordar, para su regreso a casa ó rumbo a cualquier otro lugar. Atravesé por puestos de revistas, de libros en la calle, de artesanías, música, hasta torterías....pasé de largo la primer librería, esa que lleva el nombre de un Líder Hindú, sin embargo no estaba en mi plan, se ha vuelto tan ruidosa. Por fín, llegué a la librería del Fondo de Cultura Económica, tenía cerca de un año que no iba por allá, lo recuerdo bien, en aquel entonces iba en compañía de mi hija, y la visita se tornó en gran medida para ella, con leves espacios para mí. Por eso hoy estoy contenta, porque vengo sola, con el tiempo reestringido, por las distancia que me espera de regreso.
-En fin-, me dije, -aquí estoy- y me dirigí directamente como siempre a la sección de filosofía, recorrí los títulos, los clásicos: Platón, Aristóteles, Tomás de Aquino, Kant, Hegel, Sartre, kierkergaard, Marcel, Heidegger, Looke, Hume, Rousseau, Nietzche (muchos de él), Vasconcelos, Samuel Ramos, Antonio Caso, Savater , y me dije que poco he leído, sólo algunos he leídos, otros ya en mi acervo personal, y otros tantos para los que no me siento preparada por su complejidad, preparándome para cuando llegue el momento, me pasé justo a un lado, a los de sociología: Bordieu, Habermas, Guidens, Berger y Luckman, Edgar Morín, Durkheim, Rousseau, etc. etc. y un suspiro inmenso me invadía, cuántos titulos, cuánto tiempo para escribirlos, cuánto para leerlos, y cuánto dinero para llevar unos conmigo. Tuve que decidir y tomé uno del gran filósofo y sociólogo francés Edgar Morín, sobre la violencia en el mundo. ....lo leí ahí mismo, un ensayo corto pero profundo, complejo, como toda su filosofía "El pensamiento complejo", recuerdo aquel ensayo también de él que habla sobre el amor y la poesía, me fascinó y eso que nunca he estado muy de cerca en ese género literario, hoy en día todas las mañanas ó por la leo en diferentes blogs amigos.
Rebresé a los libros de filosofía y tomé uno de Sartre, "las moscas" lo terminé de leer. Y luego me dirigí a la planta alta a la sección de los niños, y revisé títulos y sin pensarlo tomé dos para traerlos de regreso a Nadia "narraciones de tradición oral" editado por CONAFE y "Las vacaciones" de la autora canadiense Polly Horvatch. Hice mis cuentas y estaba decidida a no dejar a Morín, pero de inmdiato me dije, ya lo había leído (pero no releído, analizado) es un libro que me puede servir mucho para el blog, pero estaban frente a mí una amplia colección que tienen que ver con la lectura y no pude resistir ver los títulos y recordar que la última ocasión, pense en regresar por uno de Michelle Petit, y otros dos títulos....pero ví el de Larrosa, aquel del que ya leí algunos fragmentos, pero que tuve que devolver, no, ésta ocasión, me lo llevo, que Miguel me preste el de Petit, ó luego regreso por el, y qué hago con Peroni y sus Historias de lectura, de haberlo conocido en la época en que realizaba mi tesis de licenciatura, hubiera enriquecido aquella investigación titulada "Los jóvenes y la lectura en el contexto escolar" que justo realice con el gran "Mike" (Martín Miguel Angel Arista Cázares) y que hoy da continuidad a ese trabajo, en su tesis de maestría. Ni hablar, opté por Larrosa, Peroni, dos textos para Nadia y ya.
Me costó mucho trabajo regresar el de Morín hasta el lugar de donde lo tomé, casi lo escondo para que no le vieran, pero después me despojé de mis egoismos y lo dejé a la vista. Quedé con él y conmigo misma de regresar por el, en la primera oportunidad.....no sé cuando.
Me dirigí a la caja un poco descorazonada, pero también muy entusiasmada, pues traía conmigo grandes tesoros y presentes para Nadia.
Salí pasadas las ocho treinta de la noche, contenta, esperando estar instalada en el transporte para sacar mis libros. Me llevé un morral sin libros, justo para regresar con ellos. No tuve, suerte, no alcancé lugar, pero no importó, saqué el libro de narraciones, e hice lo mismo que los jóvenes por la tarde, y lo que yo misma hacía hace muchos años atrás, leer de pie, olvidando todo lo demás, en el cálculo de las estaciones que faltaban para llegar a la conglomerada estación de Indios Verdes. Quiá fue por Hospital General, cuando se desocupó un lugar, y solo suspendí la lectura para sentarme, una niña me observaba, y pensé de inmediato en Nadia, -seguro le va a gustar, no se lo voy a contar, tan solo le diré de manera general de que tipo de historias trata- .
En el la estación la Raza tomé la decisión de bajarme ahí para tomar la combi hasta Ecatepe, ello para evitarme hacerlo en Indios Verdes.
A la salida del metro, ya estaban levantando los puestos de revistas y de libros, abordé la combi en un trayecto largo, y lento por momentos. No me importó, aprovechaba la luz del alumbrado público para seguir leyendo, hasta que desistí pues era casi imposible seguir leyendo. Llégué a casa aproximadamente a las diez treinta de la noche, no tuve miedo, iba con mis libros, con los pensamientos entretenidos, me dije una vez más -tengo que volver por Morín y Petit-.
Saludé a la familia muy contenta, Bruno, conectado a la red, Diana jugando con Camila (mi nieta), Nadia en la televisión, pero apenas me vio y me recibió con una sonrisa y su desesperación por saber que traía en el morral.
Bruno y Diana, complacidos me dieron la bienvenida con una sonrisa solidaria, como queriendo decir: por fín se dio su tiempo y viene contenta, seguro lo disfrutó y aprovechó, y así fue.
Nos fuimos Nadia y yo a su cuarto, por alguna razón es el lugar donde me gusta leer, nos trepamos a la cama y saqué los libros y con sus ojos brillosos me preguntó, casí en exigencia, pero una exigencia entusiasta -¿Cuáles son los míos, qué me trajiste? y le entregué sus libros y de inmediato nos tiramos de pansa y comenzamos a ojearlos y le platiqué algo, y ya no me permitió continuar, decidió que ella daría lectura en voz alta y yo escucharía y luego continuaría yo, y así sucesivamente. Leímos dos capítulos de "las vacaciones" y como ya era tarde, le convencí se durmiera.
Aún ojeó el otro, y platicamos algo al respecto, esa noche dormí con ella. Fue un día maravilloso de agradable compañía y mucho que compartir.
En algún momento, aún no se cuando esta historia continuará.
Malena

2 comentarios:

  1. ¡Amiga, que agradable relato!, me veo ahì en un rinconcito con Uds. dos descubriendo novedades en sus libros, àvidos ojos....wow...

    Espero que si, que continues tu relato...soy de las que pienso que la inspiraciòn, SIEMPRE està cerca de nosotros...

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  2. ya lo seguiré, aunque ya vi en este varios errores de redaccióon que espero ir puliendo, como no hago borradores, siempre escribo de manera directa en la computadora, pero este es un tema me fascina.

    Gracias por tus comentarios.

    Malena

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